domingo, 9 de noviembre de 2008 a las 11:15 p.m.


Tu voz me condena al desvelo, tus susurros a la eterna melancolía. Sos el elixir que me devuelve las ganas de amar, pero sos el dulce veneno que embriaga mis sentidos hasta hacerlos vulnerables.
Necesito estar consciente, así que manten distancia, pero necesito tu calor, así que no me sueltes.
Mis contradicciones hacen visible lo que deseo ocultar al mundo. Así que pues intentaré cambiar de tema y tan sólo me dispondré a no relacionar nada con vos, pero cuán difícil es, Dios mío!, ruego por salir de este estado, tengo aún una herida abierta que no quiere cicatrizar como para andar sintiendo cosas, así que calma todo viento de cambio porque soy frágil.
Frágil, así es como me siento. Estos días de celebración juegan con mis emociones hasta desvariarlas y provocarme el llanto en repetidas ocasiones, lágrimas de tristeza, de alegría, de incomprensión, de sorpresa, de desahogo, cientos de ellas recorriendo mi rostro, mi cuello y cayendo sobre mis brazos mientras me encuentro recostada sobre la cama.
Piedad, lucidez, frialdad, conciencia, ya no sé que pedir.
Por favor, alguien detenga esto, porque siento la necesidad nuevamente de esconderme y aislarme, hasta tomar coraje y afrontar lo que sólo existe en mi mente.

«Mëgg¥»

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