martes, 27 de octubre de 2009 a las 10:32 p.m.






Porque sabés cuanto dependo de vos, sabés de este dolor que siento, de lo triste que estoy, sabés que hay días en los que ni siquiera hablamos, en que me acuerdo de vos por momentos, pero siempre hay otra cosa que me distrae.
Sabés como darme ese abrazo que tanto necesito, esas caricias al alma que me hacen sentir viva una vez más, sintiendo que me amás a pesar de.
Gracias mi Dios, porque escuchas mis ruegos, porque conocés mis pensamientos y aquello que tanto anhelo. Gracias, por darme más de lo que merezco, allanar caminos y acompañarme en todo momento. Gracias porque me das fuerzas, me animás a seguir, a crecer, a ser cada día un poco mejor.
Gracias. Porque cada prueba que ponés en mi camino son para moldearme y formarme como mejor persona, porque son para mi bien aunque a veces sienta que me superan. Pero jamás me darás algo que no pueda soportar, porque solo piensas en el bien de tus hijos.
Gracias, por la vida que me regalaste, porque tenés un propósito para mi vida, porque me amás. Ojalá pueda devolverte la mitad de lo que hacés por mí.
Gracias por perdonarme y tener misericordia de mi.
Te pido que nunca apagues esta llama que un día encendió tu amor en mí. Te pido que nunca dejes que me aleje de vos porque un vacío me invadiría. Te pido que cumplas el propósito que preparaste para mí aunque mi "yo" de batalla logrando debilitarme.




«Mëgg¥»




"A su tiempo me darás lo que es mejor. Todos mis anhelos tienen tu color, tienen el latido de tu corazón, yo no quiero nada sin tu dirección." J. A. Romero.





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a las 2:17 a.m.



Detente unos minutos y escúchame,
y si no me escuchas, lee mis labios,
y si no puedes verlos, intenta sentirme.

Si nada de eso funciona, no te preocupes,
es que quizás tan sólo un presentimiento
con aires de desesperación, algo ya vivido
se cruzó en mi camino y sólo quise compartirlo contigo.



«Mëgg¥»
a las 2:15 a.m.

Una noche húmeda de Buenos Aires, mitad de semana y ella decidida salió a la calle, no quería ya pasar más tiempo sola, necesitaba rodearse de gente al menos por unas horas.
A unas pocas cuadras, visualizó un bar, era la noche del jueves y la gente acostumbraba a adelantar la llegada del tan ansiado fin de semana laboral; ella no lo veía así, no al menos esa noche.
Los últimos meses de su vida habían transcurrido demasiado rápido, aún no sabe qué sucedió para que hoy se encuentre viviendo en un monoambiente de uno de los barrios más porteños de Buenos Aires, como lo es San Telmo.
Poco sabemos de ella, sólo que de repente se convirtió en una persona solitaria, un alma que vagaba por calles empedradas, un alma con pena que se abrió paso a ese lugar que consolaría sus horas siguientes.
Todavía la recuerdo, mirando de reojo aquel cartel que marcaba la intersección de las calles Chile y Defensa, y timidamente abriendo la puerta de aquel bar, donde nadie la miró a los ojos, pasó desapercibida esquivando a todos aquellos que parecían no verla.
Una luz tenue, producida por candelabros y espejos en las paredes, hicieron que alzara su vista y se dirigiera a un rincón que llamó su atención, una mesa y una silla vacía.
No supe jamás el por qué fue hasta allí sola, pero puedo decir, que en sus ojos vi el anhelo, la necesidad de ser vista. Quizás tan sólo en esa noche, necesitaba que alguien le devolviera la mirada, saber que para alguien existía; ni siquiera significar algo hacia el otro, sólo ser correspondida por una simple mirada.
No sé cuánto tiempo más la observé, quizás lo suficiente para ver si alcanzaba su cometido, pero en ningún momento tomé el valor suficiente para adentrarme al bar y ser yo quien se encontrara con el brillo de sus ojos. Una extraña sensación invadió mi cuerpo dejándolo inmóvil, quizás cobardía, quizás vergüenza, o tan solo miedo a sentirme desnudo frente a ella y que pudiera interpretar mis pensamientos.
Mi respiración contra aquel vidrio empañaba todo intento de verla. Sólo sé que cuando menos lo esperaba aquel rincón estaba vacío y con él la silla donde aquella extraña dama había estado hasta hacía unos instantes.





«Mëgg¥»






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a las 2:12 a.m.




No te rindas, aun estas a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frio queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aun hay fuego en tu alma,
aun hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo tambien el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.

Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.

Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos,

No te rindas por favor no cedas,
aunque el frio queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aun hay fuego en tu alma,
aun hay vida en tus sueños,
porque cada dia es un comienzo,
porque esta es la hora y el mejor momento,
porque no estas sola,
porque yo te quiero.

M.B.
a las 2:08 a.m.





A veces volamos, otras anclamos
a veces estamos allá arriba, otra nos sentimos en un 3º subsuelo
a veces nos sentimos libres, otras con los pies amarrados
a veces necesitamos elevarnos, otras preferimos no movernos
a veces nos sentimos en las nubes, a veces no nos queremos ni levantar.

A veces blanco, otras veces negro
a veces se gana, otras se aprende
a veces sonrisas, otras tan sólo lágrimas.

Pero en cada una de ellas ese "a veces" tan condicionado por nosotros mismos, por nuestra cobardía y nuestros miedos, por no jugarnos, por no intentar.

Y otras, ese "a veces" tan sólo sucede como algo inesperado, que ni siquiera lo tenías planeado, invade tu cuerpo junto a ganas de mejorar, de crecer, de intentar.



Ahora me siento en un "a veces"
muero de ganas de treparme a lo más alto de la rueda y gritarle al viento y así sentirme un poco más viva.

No es que no lo esté, tengo pulso,
pero sentirse vivo no es sólo tener signos vitales,
sentirse vivo no pasa por respirar solamente,
sentirse vivo es vivir, disfrutando, aprendiendo, agradeciendo, compartiendo, amando.
Sentirse vivo es vencer tus miedos, enfrentar obstáculos, y superarse cada día.

De eso se trata, vivir.




«Mëgg¥»


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a las 1:46 a.m.





En vano quiero distraerme del cuerpo
Y del desvelo de un espejo incesante
Que lo prodiga y que lo acecha
Y de la casa que repite sus patios
Y del mundo que sigue hasta un despedazado arrabal
De callejones donde el viento se cansa y de barro torpe.

En vano espero
Las desintegraciones y los símbolos que preceden al sueño.



J. L. Borges
a las 1:10 a.m.





Mis certezas desayunan dudas. Y hay días en que me siento extranjero en Montevideo y en cualquier otra parte. En esos días, días sin sol, noches sin luna, ningún lugar es mi lugar y no consigo reconocerme en nada, ni en nadie. Las palabras no se parecen a lo que nombran y ni siquiera se parecen a su propio sonido. Entonces no estoy donde estoy. Dejo mi cuerpo y me voy, lejos, a ninguna parte, y no quiero estar con nadie, ni siquiera conmigo, y no tengo, ni quiero tener, nombre ninguno. entonces pierdo las ganas de llamarme o ser llamado.


Eduardo Galeano.




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