Enfoque Distorcionado

miércoles, 2 de enero de 2013 a las 1:41 a.m.

¡Dale! ¡No aflojes!  Tenemos que llegar hasta aquella piedra; faltan unos cincuenta metros”.  Dijo mi hermano mientras subíamos.
Yo apoyaba las manos sobre las rodillas para impulsarme con más fuerza. La pendiente era muy pronunciada; entre rocas y raíces acomodábamos los pies para no resbalar. Nos guiábamos por los matorrales, arbustos y aquella piedra como referencia, algo más arriba.
En un descanso el tronco de un arrayán cautivó mi atención; su corteza anaranjada, la textura que la cubría parecía abrigar años de sombra, de quietud, de un silencio apenas salpicado por el sonido del viento que se colaba entre las ramas.
Mi hermano permanecía junto al improvisado camino hablándome de espaldas mientras contemplaba el horizonte.
Caminé unos pasos siguiendo el rayo de sol que entre alerces y lengas cruzaba tímido como gotas de luz sobre sus hojas.
Me acerqué a un insecto increíble; logré alcanzarlo ya con la cámara en mis manos; se cruzó de lado pero ahí estaba... Perfecta foto.
La sequedad en mi garganta fue una súbita sensación. Giré la vista para pedirle a mi hermano la botella de agua pero ya no estaba ahí. A mi alrededor sólo había alerces, un bosque de lengas, arbustos y más arbustos.
El sol apenas se dejaba ver como gotitas de lluvia que caían del lejano techo de hojas.
No había rastros de nuestro camino ni mucho menos de mi referencia: la piedra.
Ayer subí las escaleras en medio de un calor abrumador pensando cómo replantear mi vuelta a casa luego de que se suspendiera el transporte público. Fastidiado me crucé con alguien que no me habló bien y mi reacción no fue buena.
Más tarde todo esto se agolpaba en mi mente: la intolerancia, la agresividad, la impaciencia, insultos...
Repentinamente sentí la misma sensación que en la montaña: Sequedad brutal; Sed intensa, pero ésta vez en el alma.
¿Cuántas cosas distrajeron mi atención? ¿Dónde quedó la referencia de mi camino?
Me atrajo la superficialidad de la vida, la velocidad de los que corren de un absurdo a otro; la cantidad de compromisos, la intrincada red de horarios, la seducción del comprar,  el encanto de trabajar más y más aunque sea a costa del tiempo familiar, la sensualidad disfrazada de inocencia en cualquier rincón.
Quedé tan lejos del pacífico escritorio devocional del amanecer; a kilómetros de la listita de oración; a distancias enormes del servicio en la iglesia para el que ya no quedaba tiempo.
La congregación pidiendo por un querido amigo enfermo me alertó de que yo estaba en otro planeta... Muy lejos del mundo de la comunión.
Mis rodillas ya habían perdido la “marquita” del suelo de todas las noches intercesoras. La sed en el alma me dolía tanto.
Pero ¿cuándo decidí alejarme? No recuerdo un momento de rebeldía; sólo pequeños pasos de distracción; sutiles desvíos de la fuente de agua.
Me costó encontrar la Biblia en mi propia casa; me arrojé sobre sus páginas en el suelo de mi habitación… y simplemente volví.
La voz de mi hermano se escuchaba débilmente y no logré hallarlo con facilidad.
La voz de mi Padre también  encontró  oídos casi sordos en mí, desacostumbrados; deshabituados a la relación; insensibles.
Busqué el camino de mil formas, ensayé atajos, di vueltas hasta aparecer  varios metros más abajo.
Cuando busqué a mi Padre noté algo asombroso: 
Él ya se había adelantado…                  
Él me buscaba…
Él  me estaba esperando.
Qué ingenuidad perder de vista la Piedra de referencia por ir detrás de un insecto atractivo.

Gustavo J. Roux - Suplemento Jóvenes, Reflexión Bautista. Diciembre 2012



Hace unos días necesitaba con urgencia definir que pondría en la página que tengo a cargo en el periódico Reflexión Bautista, en el suplemento de jóvenes...
En ese momento estaba atravesando un tiempo muy difícil espiritualmente, un tiempo de frío, un tiempo de alejamiento, donde perdí el foco.
Fue allí que pensaba a quién le voy a pedir que escriba algo y que encima en poco tiempo.

En la lista de mi Whatssap apareció el nombre de un amigo con el que hace mucho no hablaba, alguien a quien aprendí a conocer en los últimos años, de quien aprendí mucho y un gran referente.

Se lo pedí, aceptó y durante toda esa semana no dejó de agradecer que lo tuve en cuenta para algo así.
Cuando me lo envió, me pidió que lo leyera y le diera mi opinión, y ahí ocurrió lo que debía suceder. Sentí un fuerte golpe en la nuca, al estilo correctivo, como diciendo: "Ves?! ahora te das cuenta?! bueno dale, ya pasó, sigamos adelante."

Y por toda esa semana, y hasta luego de su publicación, quien no dejó de agradecerle, fui yo.

Gracias por hacerme re enfocar!


«Mëgg¥»

Cuarteto de Nos - Cuando Sea Grande

a las 1:24 a.m.

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