jueves, 4 de septiembre de 2008 a las 12:17 a.m.

Fue entonces, cuando ella comprendió que no debía comprender nada, tan sólo tenía que dejarse llevar por esa música que inundaba el salón de sensaciones.
Era tiempo de ir al son, y fue entonces que cerró sus ojos y comenzó a pendular su cuerpo,
hasta que éste tomó las riendas y bajo el efecto narcótico que producía la melodía que se escuchaba,
ella empezó a bailar, apoderándose del salón en su magnitud.
El tiempo se había detenido a su alrededor, figuras inmóviles que posaban sus ojos en ella,
pero sólo eran parte del entorno, ella sólo estaba pendiente de gozar ese instante, ese baile en aquel salón.
Y fue entonces, que comenzó a girar como en remolinos, sintiendo la brisa en su rostro, sus pies húmedecidos sobre el pasto y la perfecta armonía de la naturaleza que se adueñaba de este cuadro y en su rostro se dibujaba una enorme sonrisa.

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